Aprender bailando

Por María Doval (bailarina, profesora de danza infantil y especialista en Danza Clásica)

El baby ballet es una actividad plenamente desarrollada en los países anglosajones donde psicólogos y pedagogos coinciden en promover los beneficios de la estimulación de los procesos motrices y de armonización corporal en la primera infancia, ya que el contacto con la danza contribuye a una evolución sana y gratificante de las distintas capacidades.

Es una disciplina que requiere paciencia y dedicación por parte del maestro, como así también comprensión y afinidad para conectar con bebés y niños muy pequeños, que operan según su  instinto y que comienzan a dar sus primeros pasos en el desarrollo de su reflexión y entendimiento. Asimismo, precisa de un programa específico diseñado para el tratamiento de los más chiquillos, ya que muchos de ellos llegan a sus clases con pañales y no saben expresarse mediante el dialogo; de modo que la capacitación del profesor se deduce vital.

Por mi experiencia, puedo afirmar que los niños que practican baby ballet se diferencian de aquellos que no lo ejercen de forma notable, ya que la danza no solo los introduce en el desarrollo pleno de sus habilidades psicomotrices, sino que hacen uso de su creatividad y agudizan su percepción artística y prestancia gracias a la introducción de los ritmos de la música clásica y las nociones iniciales del ballet. Asimismo, el baby ballet establece las rutinas previas de lo que posteriormente será la clase de ballet – suelo, barra, centro, diagonales – a través del juego, la improvisación y ejercicios de copia y repetición que los bebés incorporan y asimilan con gran facilidad. También permite que el maestro pueda anticiparse en captar a aquellos niños que cuentan con una prematura predisposición a la danza y a la música, y trabajar expresamente con aquellos que naturalmente no están igual dotados o que su evolución es más lenta, ya que, no todos los niños se rigen por un mismo patrón de desarrollo, ni habitan en el mismo contexto familiar y escolar.

El baby ballet les ayuda a incorporar hábitos de independencia, sobre todo a aquellos niños que no asisten a guardería o a jardín de infancia, y que aún no están acostumbrados a separarse momentáneamente de sus mamás; de modo que la breve clase de baby ballet es un buen comienzo para habituarse a emprender actividades sin la presencia materna, socializarse con otros niños e ir construyendo las bases de su propia identidad.

Los bebés se encuentran unidos a sus mamás biológica y emocionalmente, y aunque las clases sean breves (de 30 a 45 minutos) aconsejamos a las madres permanecer en las inmediaciones del aula, o hacer la clase junto con su bebé hasta que éste se adapte a la actividad. No todos los bebés necesitan adaptación, pero es necesario en muchos casos para que la separación de las mamás no resulte traumática y la experiencia en la danza resulte edificante y provechosa para el pequeño. Debemos tener claro que entre los 2 y 4 años el miedo a lo desconocido o perder de vista a sus papás durante un breve lapso de tiempo puede causarles miedo y angustiarles, pero en la medida en que se establecen vínculos con su maestro y compañeros de clase, el miedo y la inseguridad desaparecen y despiden a sus padres con alegría frente a la puerta del aula de ballet. Si advirtiéramos que el niño está muy abrumado podemos esperar unos meses a que alcance la maduración adecuada.

De este modo, el baby ballet aborda la fase en que el niño va independizándose del adulto progresivamente, y a través del juego y el movimiento aprende a relacionarse con otros niños e individuos. Sus movimientos, aún bastante rudimentarios, se irán haciendo cada vez más claros aunque no podemos esperar la armonía y precisión de un alumno mayor. Por otra parte, sus periodos de atención se van haciendo cada vez más amplios y suelen entusiasmarse con diversas propuestas de juego o de aprender cosas nuevas y les gusta experimentar e intentar repetidas veces determinados ejercicios.

Los bebés y los niños muy pequeños necesitan tener una rutina para sentirse seguros, y en este aspecto la danza se adapta maravillosamente a sus necesidades. Les encanta conocer los ejercicios y los juegos, se sienten muy cómodos y confiados cuando ya saben el orden de la clase, lo que viene primero y después, y les motiva mucho conseguir dominar ciertas habilidades por sencillas que nos parezcan. Los nuevos ejercicios hay que introducirlos gradualmente, ya que los cambios constantes les agobiarían, o les crearía una ansiedad innecesaria.

También es el momento en que aprecian las historias y les gusta interpretar animales, personajes o distintas circunstancias ligadas a su habilidad imaginativa, lo cual promueve la creatividad del niño. En este momento aún no se implementa el trabajo en equipo.

María Doval

Nací en Buenos Aires, Argentina, en 1969. Poseo doble nacionalidad argentina-española. Mi madre es pianista y artista plástica de quien heredé ni vocación por las artes. Inicié mis primeros pasos con tres años de edad, y años más tarde egresé de la Escuela Nacional de Danzas de Buenos Aires. Mi perfeccionamiento estuvo a cargo de importantes maestros en Argentina en España y los Estados Unidos, donde he tenido la oportunidad de conocer compañías y bailarines que influyeron notablemente en mi sentido de la danza. Especializada en Danza Clásica, reúno más de 40 años de práctica entre formación académica y experiencia laboral escénica y docente. Mi trayectoria ha estado orientada a la formación de niños y jóvenes bailarines, enseñanza de ballet para adultos, entrenamiento y asesoramiento de bailarines profesionales, bailarina profesional, coreógrafa de eventos., selección y formación de aspirantes a la carrera profesional de danza y preparación de exámenes de para alumnos de Grado Elemental y Grado Profesional. He dirigido mi propia escuela de danza en Lugo, y actualmente continúo proyectos de formación en distintas áreas.

Profesión: Profesora de Danza Clásica

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